Durante los últimos 15 años, he tenido la suerte de pasar tiempo en países como Honduras, Liberia y Haití. Estas experiencias me han regalado algunos de mis mejores amigos y mejores mentores. 

Al igual que muchas otras economías emergentes, la lente del mundo desarrollado a menudo asocia a esos países y pueblos únicamente como el foco de la caridad y la ayuda, de las ONG y las organizaciones sin fines de lucro. Sin embargo, estos países están llenos de vigor y belleza. Están llenos de personas increíblemente ingeniosas y talentosas que a menudo simplemente carecen de oportunidades y acceso al mercado internacional: un asiento en la mesa.

En 2017, los engranajes comenzaron a hacer clic: las conversaciones con amigos de todo el mundo y los negocios aquí en los Estados Unidos comenzaron a coincidir. Las empresas buscaban un acceso más directo a los bienes que obtenían ya los agricultores que los producían. Los agricultores estaban perdiendo la esperanza en la sostenibilidad de su comercio, buscando formas de ganar más por sus productos o migrando con la esperanza de mejores oportunidades para todos juntos... así que empezamos a tender puentes, comenzando con el café.

Han pasado muchas cosas desde esas conversaciones iniciales. Nuestra red, comunidad y negocio han crecido. Hemos hecho más amigos, hemos estado en nuevos lugares, “nos hemos raspado las rodillas” y hemos aprendido innumerables lecciones. Si bien todavía estamos aprendiendo mucho, nos hemos vuelto cada vez más conscientes de que la oportunidad es mucho mayor de lo que imaginamos.

Resulta que buscar hacer lo correcto por parte de las personas que sientan las bases de una cadena de valor también es bueno para los negocios.